jueves, 2 de abril de 2009

A RAUL ALFONSIN


Tenía 14 años cuando mi profesora de educación cívica, alineada con la Democracia Cristiana, vió mi interés en la política y me trajo una pila de folletos doctrinarios de todos los partidos que se presentaban a las elecciones. Corría entonces el vertiginoso 83 y mi prepotente adolescencia destacó el tríptico que versaba “100 puntos para la democracia”. Ese tríptico es el primer folio de mi bibliorato de documentos políticos forrado con decenas de calcos de aquella campaña. Esos del óvalo celeste y blanco con el RA en el medio y el ‘usted sabe’ cruzado arriba a la izquierda. Esos calcos, los tuyos -lo puedo tutear hoy, no? A partir de ese momento empecé a escucharte, a seguirte, a apasionarme con tu discurso lleno de esperanzas, esa arenga cargada de emociones y propuestas. Lejos de la perorata demagógica, tu proclama gestaba contenidos en mi vida.

Como tantos otros, me sentí movilizada luego de aquél acto multitudinario en el obelisco, inolvidable para mis ojos que aún llevan en la retina la 9 de julio cubierta por banderas. El escrutinio lo seguí en hojas cuadriculadas en las que anotamos con papá los resultados mesa a mesa durante toda la noche y la madrugada. Qué alegría ese triunfo!! El de la gente, el de la democracia, más allá de las ideologías. Pasarán los años y cada vez que vea la imagen aérea de Plaza de Mayo durante tu discurso en el cabildo con los papeles volando sobre tantas cabezas pegadas como si fueran miles de palomas de la paz, voy a llorar.

Ese día me hice Alfonsinista. Sí, ya sé… “Sigan a las ideas, no a las personas”, por favor, Raúl, no me lo digas más… es que sos la representación de las ideas que quiero seguir. Sí, sos, no me equivoqué. Es por eso de trascender. Hay gente que se muere y otra que trasciende.

Me gustaba hacer saber que era radical repitiendo tu característico saludo, el de las manos entrelazadas sobre el hombro y agitando suavemente el gesto cual abrazo dedicado a todos y cada uno de los que te seguíamos. Me gustaba bromear para identificarme entre mis amigos con tu frase de las movilizaciones “un médico a la derecha, por favor”.

Mirá qué frase!!! Siempre te escuché el ‘por favor’, hasta eso me estremecía. El político en el estrado no tan preocupado por su imagen como por los demás. Siempre tuve la sensación de que eras un tipo agradecido, tan respetuoso, tan confiable. Eso es, uno se sentía seguro en tus filas. Si hasta te ocupabas del médico.

Terminando mi secundaria y con los 18 cumplidos me afilié al partido. UCR – Movimiento de Renovación y Cambio – Junta Coordinadora Nacional. Me dieron una cintita roja y blanca. La tengo aún. Después vino la facultad y la Franja Morada. El Bastión. Si, de ahí soy, de Económicas.

Cuántas cosas que pasaron en ese tiempo. Vos no sabés, claro, nunca tuvimos ocasión de conversar, por eso te escribo. Me cambió la cabeza, bah, la vida me cambió. Ahora no te escuchaba solamente, te leía. Libros, artículos, documentos. Los del presidente que eras, los de Raúl R. Alfonsín, los de Alfonso Carrido Lura… Todos vos. Todos generando el compromiso, inyectando la militancia como forma de vida. Y así conocí al político, al presidente, al hombre.

Conocí al campechano de pueblo, materialmente desinteresado, decente, auténtico. Al hombre de traje, formal y elegante para la ceremonia, al de camisa arremangada y las manos prestas para encarar la más dura de las labores. Conocí al gallego empecinado y testarudo, auténtico, apasionado e intenso. Conocí al político coherente, digno hasta en la renuncia, vehemente y entusiasta.

Es así, Raúl. Crecí con tu enseñanza de la lealtad, del trabajo duro, de la justicia, de la libertad.

Vivimos épocas duras también, no te voy a contar a vos, no? Las pascuas del 87, en la plaza con mi familia, y los levantamientos del 88, en el rectorado de la UBA. Y más allá de lo que diga la historia de esos hechos para mí van a quedar grabados como una gesta democrática. Nada de oportunismos, nos dijiste en un plenario, todo lo realizado fue al servicio de las libertades y de la convivencia democrática… o algo así, pero con esa esencia. Estaba en los 100 puntos, los del tríptico, te los leo? Ah, claro, te acordás. Disculpame. Se cumplieron muchos. Alguien se acordará de este folleto además de vos y yo?

Nunca me voy a olvidar de esos años, Raúl. Los años del NUNCA MAS, de la defensa a ultranza de los derechos humanos, del fin de la impunidad, del juicio a las juntas, del restablecimiento de las instituciones. Nos libraste para siempre del horror, ya nunca más tendremos miedo de caminar. Nos libraste del olvido, de la desmemoria colectiva que periódicamente el autoritarismo se afanaba por sembrar entre la gente.

Qué apostolado el tuyo, Raúl! Te escribo esto y me siento avergonzada, siento la urgente necesidad de pedirte perdón. Perdón por la cobardía de abandonar la militancia activa. No, no dejé de ser radical. Pero después de los desacuerdos con la Alianza me enojé, creo que me enojé conmigo, pero me enojé y me fui con mi militancia a cuestas. La llevo a todas partes, la vivo, pero ya no participo como antes. Esta misma sensación tuve durante aquél discurso grabado que escuchamos en el Luna Park por los 25 años de la democracia. Ya estabas mal, no?

El legado final nos dejaste en esas palabras. El llamado al diálogo nacional, la construcción permanente. Recuerdo que cuando era chica mis abuelos, los tíos de mis padres, los vecinos hablaban de sus ideologías como “anti”… Eran anti-peronistas, anti-comunistas, anti-radicales… Ahora son socialistas, radicales, peronistas, independientes… Desterraste el odio, uniste a la gente en un abrazo civil. Desde la campaña del 83 hasta ayer. En lugar de terminar cantando una marcha partidaria, los actos terminaban con el preámbulo. Todos nos lo aprendimos de memoria. Te quedaste unido a la institucionalidad para siempre, al respeto ciudadano. Y es por eso que hoy te están despidiendo tantos. No son todos radicales, pero todos son ciudadanos. Argentinos y de otros países. Los spots de TN lo dicen clarito “TODOS TE RESPETAMOS”.

Aún suenan en mis oídos los versos de aquéllas épocas fervorosas, los cantos de cada movilización “somos la vida, somos la paz”. Y así es, la de mis abuelos y quizás la de mis padres fue la generación del odio, la intemperancia, y la que vos marcaste la generación de la vida, la de la paz.

Siempre odié las despedidas y esta se me está haciendo de chicle. Es que tengo que despedir al maestro, a mi mentor, al líder, al guía.

Veo nublado, Raúl. Ya no puedo escribir. Hago un poco de fuerza para que no se me note la pena honda y renuevo mi compromiso. Acá, en este momento, para que realmente logremos que con la democracia se coma, se cure y se eduque. Por la construcción continua, para el partido, para el país.

Me desbordan los ojos, ya no puedo disimular más la tristeza. Detesto este momento. Tengo la boca salada, el corazón acelerado y las manos trémulas. Me despido, Presidente. Rapidito.

Un abrazo militante a mi más querido correligionario. Gracias, Raúl. Y HASTA SIEMPRE!!!

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