Es una anciana. Tiene la cara llena de arrugas, como si fuera un pergamino. Sus ojos pequeñitos, se ocultan bajo amplios y pesados párpados. La nariz, grande y huesuda. La boca, recta, enmarcada por dos grandes pliegues de sus mejillas. Parece llevar la expresión entre paréntesis. Su mentón redondeado está hundido en el centro y a su derecha se destaca un lunar negro con vellosidades blancas. Sus cejas también son canas y espesas. Lleva el cabello como melena, lleno de rulos y teñido en color caoba, muy oscuro. Es diminuta y sentada un tanto encorvada, aparenta serlo aún más.
Viste un antiguo y deslucido sacón de paño azul, que debe haber sido muy elegante en su época. Lo acompaña con un pañuelo búlgaro de seda también azul. Su falda es recta, larga y negra. Tiene las piernas muy juntas, diría que va apretando las rodillas y los tobillos a la vez. Sus deteriorados zapatos negros, abotinados, con cordones, me resultan graciosos. Son como ratones. Entre los pies sostiene el paraguas. Un paraguas largo con empuñadura de madera tallada sobre el que apoya ambas manos. Sus manos van cubiertas por unos hermosos, finísimos y gastados guantes de carpincho. En su regazo descansa una ajada cartera negra de cuero craquelado y de correa corta. Todo su atuendo habla de un tiempo que social y económicamente la bendijo. Ella tiene aún parte de ese tiempo en su traza.
Me dispongo a volver a mi juego con la escarcha cuando noto que intenta levantarse haciendo fuerza contra su paraguas. Un señor que está sentado a su izquierda la toma del brazo con intención de ayudarla.
- No me toque –espeta con firmeza.Y antes de que pueda terminar la frase recibe un paraguazo en la cabeza.
- Disculpe, abuela… quería ayud…
La mujer que está parada a mi izquierda no entiende lo que pasa y se adelanta para colaborar y recibir de parte de la anciana, un lindo correctivo en la frente con la empuñadura tallada.
- Acaso me ven en silla de ruedas? Bah… Bah… Hagan lugar…A paraguazos se abre paso hasta la puerta del vagón y nos deja a todos atónitos. Entre el murmullo general distingo algunos ‘que vieja loca’ y un par de ‘viejos son los trapos’. La busco por la ventanilla y la veo a través de mis siluetas de escarcha, casi como una entelequia. Camina con muchísima dificultad en el andén. Lleva la cabeza erguida y la mirada lejana como si evocara una gallardía que ya no le es propia.
Amo estos relatos tuyos. La frase "parece llevar la expresión entre paréntesis" me hizo verme al espejo...
ResponderEliminarSon impecables tus detalles, logran abstraerme y llevarme a tu espacio de observación
Gracias, Amalia, por leer, por acompañarme post a post.
ResponderEliminarUn magnífico relato, rico en imágenes y secuencialmente perfecto Un placer leerte y otro placer mayor seguirte. Un abrazo
ResponderEliminarImpresionante relato. La estoy viendo a ella, estoy viendo sus manos y sus movimientos... y ese aire de orgullo pertinaz que la aleja del olvido y de la confusión mediocre que la puede tildar de vieja loca, o de lo que sea. Sobrevive; no se resigna a ser sólo parte del paisaje ¡Magnífica!. Como buena entelequia es el propósito en sí misma. ¡Aristóteles estaría feliz de conocerla! ;))
ResponderEliminarAlma: gracias por tus palabras y bienvenida a mi rinconcito. Quedo esperando tu visita cuantas veces gustes.
ResponderEliminarGracias, Susana. Me encanta escribir, mejor dicho, describir a estas mujeres que se me aparecen en la mente. Esta la he disfrutado y, como muy pocas veces me pasa, tuve el título antes que es relato... Esta mujer existe en sí misma, y tenés razón, Aristóteles estaría feliz.
ResponderEliminarMe gusto mucho, tiene una muy buena estetica y la secuencia muy bien respetada, las imagenes descritas te llevan a ser un pasajero mas de ese tren...gracias por compartir!
ResponderEliminarGracias a vos, Mery por pasar y leer.
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