(Sierra de los Comechingones. Merlo. San Luis)
Anoche, el cielo rojo,
el viento bravo, los zorros locos.
Ya no llueve,
y el sol madruga tu furia,
la mirada hiere
y prepotente obliga
a entrecerrar los ojos y verte
inundada de día
recortada en celeste.
Tu rara belleza me llama
y mi curiosidad reclama.
Subo por el sendero del hombre, la sierra del indio.
Me detengo y al mirar marea
tu falda de altos pastizales y plumerillos
con los que el viento crea un mar que ondea.
Entonces vibras, verde, marrón y amarillo
y el camino espera, que avance y vea
la invasión de piedra y espinillos.
Arroyos blancos llorando sequía
interrumpen mi subida.
La vertiente en mi boca es aliento
cuando el calor abraza y tu paisaje cambia:
más piedras, más mica, más viento.
Lejos, las nubes se comen tu gracia
y me sorprende, a pecho abierto
surcando tu alma con elegancia
el cóndor, planeando lento.
Aún subo y ya no hay camino,
sólo tierra hacia el destino.
Desde 2100 metros se escurre Merlo
y saludando a Córdoba albergas
en tu filo paz, y un lago negro.
Respiro hondo y en mí hace mella
escondido en el silencio, tu hueco eco.
Me siento. Contemplo mis propias huellas,
y aquí me quedo.
Es la carga de Iones en el aire, vió?
ResponderEliminarAsí cualquiera escribe tan lindo...