Esquina. Una más de Buenos Aires. Barrio, uno más de los porteños. Bocinas, voces, pasos. Ciudad, caos, urbe. Subte. Gente apurada.
Esquina. Ochava.
“- Se lustra, Don?”
Temprano, Huguito –Botines, para la barra- prepara su cajón y medio dormido sale, torpe, sin desayunar. Corre el tren que no pagará para llegar a tiempo a la primera salida del gusano subterráneo.
Botines, ensortijado pelo claro, pesados y grandes ojos caramelo. Botines, doce años de cansancio que trabajan para mamá y un hermanito enfermo.
“-Se lustra, Don?”
Esquina. Día tras día. Hora tras hora. Siempre la misma frase, con lluvia, con sol, con frío, con calor.
Botines aprende de la vida, sabe del país y del mundo lo que le cuenta Puchito, el canillita de media cuadra. No son amigos, pero comparten la calle y para ellos es como la sangre. Cuidarse de la jungla de cemento no es fácil.
Su abuelo le enseñó el oficio. Pomada, cepillos y algunos trapos naranjas hicieron el resto. Aprendió a juntar monedas antes que a hablar. Y mientras faltaba a la escuela tomaba lecciones de hambre y soledad.
La inundación se llevó a su maestro y le dejó a Botines la esquina. Con sus pocos enormes años comenzó a vocear y lustrar. Se tiñó sus manitas de negro y su cara se tiznó. Sus rulos se amedrentaron y sus ojos se almendraron de dolor.
Esquina. Ochava.
Pasaron los años y la esquina se volvió demasiado grande. Ensancharon la avenida. Hay más autos, más gente, más apuro.
En el tren ya no se viaja gratis. Y don Ramón, que le regalaba el sandwich de mediodía, cerró el almacén.
Muy difícil sobrevivir. Ya no hay mamá y el hermanito se curó y creció.
Esquina. Ochava. Ya no hay lustrabotas. Ya nadie sabe de él. Pero los que no estamos demasiado apurados, al pasar por sus baldosas todavía escuchamos:
Hey! Se me puso el cutis de ave, apretujoseme el corazón y rodó una lagrimita!
ResponderEliminarMuy lindo, Ella sí que sabe como contar lo que siente!
Cantas verdades en estas palabras... Me encanto...
ResponderEliminarEmilse