viernes, 31 de diciembre de 2010

BRINDIS 2011

En pocas horas estaremos despidiendo el año y la década. La primera del siglo. En pocas horas estaremos chocando cristales para archivar lo que fue y desear el porvenir. Así pues, al levantar mi copa brindo por el 2010.
Brindo por el verano, por las sosegadas vacaciones en Mardel con Ricky Fort en la playa de al lado.
Brindo porque no haya más DNU como los que removieron a Redrado ni superpoderes para vaciar el Estado.
Brindo por la memoria de Sandro y por la de Kirchner. Por el respeto que merece un presidente de la democracia, porque le pongan su nombre a una calle y no lo beatifiquen.
Brindo porque Cerati regrese a estar con nosotros y porque a Massera lo persiga en su tumba por siempre la memoria de todos nuestros muertos. Por la condena de Videla y porque no venga nadie luego con una amnistía porque le da pena.
Brindo porque la Tierra nos perdone el maltrato y ya no tome venganza con pueblos como el haitiano. Porque ya no se sacuda y si lo hace no tenga en vilo a treinta y tres familias y a todo el planeta llorando con el rescate y por la amante descubierta.
Brindo por los ovarios que aportó Julieta a nuestra familia, por sus cachetes y por las caricias de sus manitas.
Brindo por las lágrimas derramadas en marzo al ver a mi nene grande entrar a primer grado. Brindo también por mi hijo chiquito, mi morochito del alma, que dejó sus pañales. Se lo agradece el presupuesto aunque me haga dar cuenta que ya bebé no tengo.
Brindo por el Bicentenario, por la gran convocatoria, por ver la gente en las calles esta vez sin cacerolas en mano.
Brindo por el mundial que no ganamos, por Maradona y por los que la siguen mamando. Porque Messi se acuerde que es argentino, y porque las plegarias que hicimos sirvan para pagar los LCD que adquirimos.
Brindo por el matrimonio igualitario, porque sigan existiendo las diferencias, la libre elección, la no discriminación ni de sexo, ni de etnias.
Brindo por el baño que no renovamos y el auto que no cambiamos. Por los muebles para los hijos y la carpa que nos compramos.
Brindo por los números, por los del Indec, por los índices paralelos, por los de la ANSES, por la sensación térmica y por los de mi cuenta bancaria.
Brindo por internet, por la vida 2.0, por los amigos con los me contacta y por el tiempo que me saca. Por la licencia de Fibertel anulada y por Arnet que me vende un paquete y dice que no me cobra nada.
Brindo entonces por Mente Literata, que me colma de emociones, por los dos post que publicó Oblogo y por todos los que leen y comentan.
Y por Ella & Mi, que me invade de sonrisas, que crece casi sin que se lo pida y que empieza el 2011 pidiendo pista.
Brindo por las garantías constitucionales, para que el derecho de peticionar a las autoridades sea sin violencia, pero que sea escuchado. Para que ya nadie tenga que pedir por su vivienda, ni por salud, ni educación. Porque los deberes del estado sean responsabilidades y no objeto de disputa electoral.
Brindo por la Sudamericana, por jugar la Libertadores, y por el apertura no brindo porque no se me da la gana.
Brindo también por mis sobrinos egresados, Luchito de preescolar y María Luz de séptimo grado. Por Pedro, que cumple con la década, para que le duren muchos años los abrazos de oso antes de que le de vergüenza. Porque Alejo me diga “tía Adri te quiero”, de corrido y en castellano, o que me alcance el sueldo para un curso de coreano.
Y llenemos otra vez la copa, que brindo por el 2011.
Brindo por las elecciones que vienen por Ricardo Alfonsín y porque regresen los valores.
Brindo por los diez años que cumple la libreta roja en agosto, porque lo celebremos como siempre, juntos, con amor, comprensión, sexo y admiración.
Brindo por mi familia, por mis amigos, porque deseemos poco y estemos todos.
Brindo por Independiente, por el orgullo, por la camiseta, por la memoria y por otra vuelta en la cancha nueva.
Brindo por el jefe recién estrenado, por el ascenso y porque valga la pena un nuevo proyecto, que sea exitoso y se refleje en el sueldo.
Brindo por un país que, en definitiva sea feliz. Por un suelo en el que nuestros nietos tengan futuro.
Brindo por mí, por vos, por nosotros. Por los que ya no están pero estarán siempre.

CHIN CHIN

martes, 28 de diciembre de 2010

SIN SOMBRERO

Un cuento de Navidad para mis hijos, y para todos los que creen
que es un tiempo de esperanza.

Está terminando diciembre. Hace mucho calor. Se levantó temprano para llevar el desayuno a los siete niños que viven bajo el puente. Con su rostro blanco, casi transparente, les entregó la leche y un budín casero horneado anoche. De su boca pequeña y franca brotan pocas palabras, pero su sonrisa es sincera y elocuente.
Se alejó a paso lento, con su largo y liviano vestido al viento, con el pintoresco sombrero hongo aprisionando su largo cabello sutilmente rubio. Caminando por las calles como si fuera abstracta, pasó el resto de la agobiante mañana retirando ropa que había mandado a remendar y zapatos que encargó arreglar. A mediodía ya no podía cargar más bolsas en sus delgados brazos. Pasó por su casa, dejó los fardos tras la puerta y siguió andando bajo los rayos poco amigables del sol de verano.
Recorrió varios negocios juntando cajas de cartón y agradeciendo que estuvieran limpias dejaba un cantarín saludo de navidad a cambio. Etérea, a pesar del sofocante andar, entró a una mercería y consiguió varios rollos de cinta roja.
Regresó a su hogar y, sin entrar a la casa, tomó las bolsas y sobre el pasto del jardín comenzó a distribuir en las cajas ropa, zapatos y unos pocos juguetes. Cerró las cajas con cinta roja y las cargó en dos grandes carros. Fue hacia la cocina y salió de ella con un par de bolsas con pan dulces que ella misma había preparado.
Cansada, pero aún con la sonrisa, miró hacia el cielo a tiempo para saludar a la primera estrella y se dirigió con los carros hacia el bajo. Unas veinte cuadras la separaban del barrio más humilde de la zona.
Al llegar, unos pocos que la conocían la saludaron. A ellos les entregó las cajas y a unos niños que se acercaron les encargó distribuir los pan dulces. Abrazó a los más pequeños y, sin sacarse el sombrero hizo un gesto a todos y se fue caminando despacio, como para descansar las ampollas que tenía en los pies.
Entró a su casa y sin encender la luz tomó mucha agua. Se sentó luego en el costado de su cama, abrió la ventana y mirando a la misma estrella que antes, se quitó el sombrero, acomodó su aureola sobre el cabello y dijo con un hilo de voz: “Gracias y Feliz Navidad”.