martes, 28 de diciembre de 2010

SIN SOMBRERO

Un cuento de Navidad para mis hijos, y para todos los que creen
que es un tiempo de esperanza.

Está terminando diciembre. Hace mucho calor. Se levantó temprano para llevar el desayuno a los siete niños que viven bajo el puente. Con su rostro blanco, casi transparente, les entregó la leche y un budín casero horneado anoche. De su boca pequeña y franca brotan pocas palabras, pero su sonrisa es sincera y elocuente.
Se alejó a paso lento, con su largo y liviano vestido al viento, con el pintoresco sombrero hongo aprisionando su largo cabello sutilmente rubio. Caminando por las calles como si fuera abstracta, pasó el resto de la agobiante mañana retirando ropa que había mandado a remendar y zapatos que encargó arreglar. A mediodía ya no podía cargar más bolsas en sus delgados brazos. Pasó por su casa, dejó los fardos tras la puerta y siguió andando bajo los rayos poco amigables del sol de verano.
Recorrió varios negocios juntando cajas de cartón y agradeciendo que estuvieran limpias dejaba un cantarín saludo de navidad a cambio. Etérea, a pesar del sofocante andar, entró a una mercería y consiguió varios rollos de cinta roja.
Regresó a su hogar y, sin entrar a la casa, tomó las bolsas y sobre el pasto del jardín comenzó a distribuir en las cajas ropa, zapatos y unos pocos juguetes. Cerró las cajas con cinta roja y las cargó en dos grandes carros. Fue hacia la cocina y salió de ella con un par de bolsas con pan dulces que ella misma había preparado.
Cansada, pero aún con la sonrisa, miró hacia el cielo a tiempo para saludar a la primera estrella y se dirigió con los carros hacia el bajo. Unas veinte cuadras la separaban del barrio más humilde de la zona.
Al llegar, unos pocos que la conocían la saludaron. A ellos les entregó las cajas y a unos niños que se acercaron les encargó distribuir los pan dulces. Abrazó a los más pequeños y, sin sacarse el sombrero hizo un gesto a todos y se fue caminando despacio, como para descansar las ampollas que tenía en los pies.
Entró a su casa y sin encender la luz tomó mucha agua. Se sentó luego en el costado de su cama, abrió la ventana y mirando a la misma estrella que antes, se quitó el sombrero, acomodó su aureola sobre el cabello y dijo con un hilo de voz: “Gracias y Feliz Navidad”.

4 comentarios:

  1. Como un Cristo Redentor tu personaje nos acerca al milagro. Multiplica, una vez más los peces y los panes, entregando, más allá de toda entrega, el alma. Ata con cintas rojas el misterio inefable y maravilloso del dar… dar a manos llenas, aun teniéndolas vacías; y nos lo pone frente a los ojos. Pero por sobre todo mitiga la sed de todos nosotros, la de volver a creer. ¡Milagro de Navidad si los hay!...
    ¡Una belleza!
    Deseo que tengas un 2011 poblado de Luz, Amor, Paz, y Bienaventuranza. ¡Que así sea!
    Un cariño grande

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  2. Hola, gracias por este bello relato, muy interesante, gracias por compartirlo, regreso a tu casa para quedarme, dónde mejor...'? pasa buen día, gracias, besos,feliz poesía...

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  3. Susana: muchas gracias por tus palabras tan bellas, por tu don de gente en ellas. Gracias por los deseos y que vuelvan a tu casa. Por un gran 2011!!!

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  4. Don Vito: Bienvenido a casa, es la suya y muchas gracias por su comentario.
    Feliz Navidad!!

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"Quien escribe es escritor sólo si ha encontrado quien lo lea."
Gracias por leer y comentar!!