domingo, 9 de junio de 2013

GALLEGUITA CON CARNÉ

Soy de Avellaneda. Del sesenta y ocho. De la época en la que el DNI te lo daban recién a los ocho y la foto de perfil con el pelo atrás de la oreja te la sacaba un milico. En la foto del DNI tenía el cabello a la altura de los hombros, un espantoso flequillo peinado para el costado y los dientes grandes y separados. Lo sé porque esa misma foto es la que aún tiene mi vieja en la billetera. En cambio de la otra foto, la del carnet de socia del Rojo, me acuerdo. La llevo en el corazón. Tengo presente el día en que me la sacaron. Fuimos caminando hasta la sede por Mitre como tantas otras veces. Una cuadra de la mano de mamá. Una cuadra a caballito de papá. En la sede esperaba el abuelo. Estaba de espaldas mirando las vitrinas. Entré corriendo y le grité: “Lolo!!!” En un cuartito con cortina, un tipo con la camisa arremangada y un pucho en la boca me sacó la foto. De frente, con el pelo largo y en la cara, sonrisa de oreja a oreja para que se vieran los dientes chiquitos y desparejos.

- Vení, galleguita… Ahora que tenés ‘carné’, vamos a recorrer la sede. Por las escaleras, así contamos las copas.

Y me fui a upa del Lolo, a respirar años de gloria, con mi enterito de hilo tejido a rayas y el comprobante de SOCIA en la mano.

Tenía cuatro años y hacía calor.

Mi hermana seguramente dirá que no puedo acordarme, pero yo sé que si. Como me acuerdo del disco chiquito que me ponía el abuelo con las canciones de la cancha. Esas mismas que nombraban a jugadores que ni siquiera vi jugar… “Santoro, Monges y Pavoni, Ferreyro, Pastoriza y Acevedo… Mura, Savoy y Artime, Yazalde, Bernao y Tarabini... Independiente, de Avellaneda… el campeonato qué bien te queda”.

Como me acuerdo de la banderita de plástico que tuve cuando fuimos a recibir al equipo que volvía de Córdoba con la copa del Nacional del ‘77. Con ocho en la cancha, con fuerza, garra y corazón trajimos esa copa.

Crecí esperando los miércoles y los domingos para escuchar el partido o para ir al estadio. Cuando no podía ir, aguardaba sentada en la escalera los “manise” que me traían en una bolsita de papel y que había que pelar.

Recuerdo las manos gastadas de mi abuelo frotándose una contra otra cuando no ayudaba el resultado y los enojos de mi viejo cuando aún ganando no jugábamos bien.

Pasé mis veranos en la pileta de la cancha, en la colonia de vacaciones. La misma a la que iban hinchas de Racing o de Boca, porque “la nuestra era mejor”. Y a veces el abuelo me venía a buscar. Y en lugar de volver en micro, volvíamos caminando. Lo hacía sólo para pasar con el pecho erguido por delante del cilindro y decir: “tanto ladrillo y ni sombra nos hacen”.

El abuelo caminaba lento y constante, arrastraba los pies, miraba para abajo y hacía un chasquido con la boca cada tres o cuatro pasos, pero cuando hablaba del Rojo se volvía ágil y se le iluminaba la cara.

Racing era el enemigo, pero vaya uno a saber por qué, él disfrutaba de los partidos contra Boca. “El bocha siempre le hace un gol a Gatti, galleguita, siempre”.

Y un día el Lolo fue vitalicio y cambió de platea, pero no de costumbres. Me llevaba de la mano, compraba maníes y se frotaba los dedos. No gritaba los goles, solo decía ‘GOL’, así, con mayúsculas lo decía. Y levantaba los brazos por encima de la cabeza con los puños cerrados y el pulgar para afuera. Los goles los gritaba yo. Con alma y vida. Y él, gallego tosco y cariñoso, me palmeaba la espalda.

Si no nos encontrábamos, llamaba para preguntarme si había visto una jugada del Burru o el gol de Percudani en Japón.

Y un día me llamó por teléfono, justo antes de subir a una ambulancia.

- Galleguita… me estoy yendo a la clínica. Es un chequeo, nomás. Termina el mundial y vamos a la cancha. Brindisi nos va a sacar campeones otra vez.

El abuelo nunca salió de la clínica. Murió días después, el 9 de julio del 94. Pero tenía razón, Brindisi nos sacó campeones. Otra vez.

Pasaron los años y tuvimos algunas glorias más. Y con cada gol y cada copa he mirado al cielo para dedicárselo al Lolo. Ahora también.

Ahora que estamos ahí abajo en la tabla de los promedios me acuerdo de él. Y de las copas que contaba en las vitrinas de la Sede. De las banderitas de plástico. Del disco chiquito de vinilo. De la pelada del Bocha que vi avanzar.

Fecha tras fecha pienso que esto es un mal sueño. Me aferro a la posibilidad numérica como esperanza de condenado a muerte. Me indigna pensar en la alternativa de que otros pierdan. Hago memoria de todos los partidos que tendríamos que haber ganado. El que estaba pendiente del Apertura y podía lograr que empezáramos el campeonato fuera de zona roja. El penal que erró el Tecla en el primer partido contra Newell’s justo cuando Racing perdía por goleada contra Rafaela. El que empatamos con Quilmes, que contaba doble, igual que con Unión. Ya no sé cómo es ver un partido sin la calculadora en la mano.

Fecha tras fecha pienso que esto es un mal sueño. Que me voy a despertar y que me va a llamar el abuelo para decirme que Brindisi nos va a sacar campeones otra vez. No está muerto quien pelea. Y la vamos a pelear. Hasta quedarnos sin aliento. Porque somos Independiente, el orgullo nacional. Y así será siempre, aunque nos vayamos a la B.

El abuelo ya no está. El viejo tampoco. Ya no vivo en Avellaneda. Se fueron rompiendo todas las banderitas de plástico. Y me golpea esta dura realidad. El domingo que viene voy a comprar maníes con cáscara. Si, si señores. Yo soy del Rojo. Desde la cuna y hasta la eternidad. Sí, Lolo, siempre voy a ser la galleguita con carné

viernes, 1 de marzo de 2013

MISMA PUERTA

Para mis hijos, que ya son grandes.
Para mis primos, que son apasionados.
Para todos los que se atreven, que son valientes.
Las puertas siempre merecieron mi atención. Desde mi infancia. Tenía cuatro años cuando nos mudamos de la casa pequeña en la que nací a la casa grande de la que me fui treinta años después, el mismo día en el que me casé. Esa casa grande, además de un gran patio y un lavadero, tenía un baño, dos dormitorios, una cocina y un living comedor. Todas las puertas, incluyendo la de entrada a la casa, daban al living. Uno se sentaba a comer y podía contar cinco puertas. Mi madre las dejaba todas abiertas, inclusive la del baño, “para no sentirse atrapada”, decía. Quizás sea ese recuerdo. O un trauma por haber leído a edad temprana “Alicia en el país de las maravillas”.

Recuerdo que lo leí durante unas vacaciones de invierno. Cuando comenzaron las clases, nos pidieron que hiciéramos un dibujo alusivo a lo que habíamos hecho en esos días. Pinté toda la hoja de celeste, y dibujé allí una puerta en un extremo y en el otro una llave. La maestra me preguntó qué era y le dije que era la llave de la puerta flotando en lágrimas y tuve que rehacer el dibujo. Como dijo El Principito, “Las personas mayores nunca son capaces de comprender las cosas por sí mismas, y es muy aburrido para los niños tener que darles una y otra vez explicaciones”.

Las puertas son una invitación. Detrás de una puerta hay un mundo, conocido o no, pero un mundo. Para alguien con una curiosidad tan grande como la mía, pocas cosas son tan interesantes como una puerta.

Son las dueñas de un secreto, sólo ellas saben lo que encierran. Son las dueñas de la intimidad, las poseedoras de un poder que muchos ansían, las administradoras de las confidencias, las cómplices de lo clandestino, son amas y señoras del anonimato. Las puertas son anfitrionas de una velada, el comienzo de una aventura, el pasaje a lo nuevo, a lo diferente, al futuro, al pasado, a la transformación, a los recuerdos.

Las puertas se abren o se cierran. Y eso es determinante. Hay un antes y un después. No somos los mismos luego de cruzar.

Mis hijos van al mismo colegio, en un edificio grande ubicado en una esquina. El jardín de infantes tiene ingreso por la avenida, y el primario por la calle perpendicular. Ayer comenzaron las clases y entraron juntos, por primera vez, por la misma puerta. Ya son grandes, los dos. Ahora se van a encontrar en los recreos, o en el baño, se van a pedir ayuda, van a discutir por algo, se van a alegrar por los logros del otro. Pero están juntos, en el mismo camino.

Hoy se casó mi primo, el del medio. Los observé largamente mientras ellos escuchaban al juez y pensé en la puerta de su casa. Hoy cuando la crucen van a hacerlo juntos por primera vez como esposos. Y ser esposos es una puerta que abrieron. Ahora se van a encontrar en la terraza, o en el baño, se van a pedir ayuda, van a discutir por algo, se van a alegrar por los logros del otro. Pero están juntos, en el mismo camino.

No todos pueden pasar, juntos, por la misma puerta, hay que ajustar la trocha, crecer conectados, saber que uno cuenta con su par, mirarse a los ojos y confiar, compartir el espacio, el secreto, la intimidad.

Hay que ser valiente, apasionado y grande para entrar por la MISMA PUERTA.

lunes, 31 de diciembre de 2012

BRINDIS 2013

Y se va terminando el año. Se van consumiendo las últimas horas y todos corremos en pos de ultimar detalles. Envolver el pan dulce, saludar a todos los amigos y familiares que no veremos esta noche, hacer que los hijos duerman la siesta y no lograrlo. Es un día especial siempre. Terminar algo nos predispone para el futuro, aunque no lo tengamos muy claro o sí.

Se va terminando el año, y es un buen momento para brindar. Por lo vivido y por lo que vendrá. Levanto mi copa entonces y brindo por el 2012 que termina. Brindo por la gente en la calle, no por la protesta, sino por la participación. Brindo por la libertad de expresión, por la pluralidad de voces, por el respeto, por la colaboración.

Brindo por las vacaciones que tuvimos en la playa, por el derecho a varios metros cuadrados de arena por cada uno, por el mar nuestro, frío pero nuestro. Brindo por que bajen los precios, sobre todo los del protector solar 65.

Brindo lamentablemente otra vez por el fin de la violencia, porque terminen los asesinatos, las locuras individuales que toman vidas inocentes en masa, por la paz en el mundo sin que sea sólo una frase. Brindo por la salud de los presidentes que este año tuvieron en vilo a Latinoamérica, y brindo por Latinoamérica, porque nos aúne la región, la historia común, la raza, el idioma, el origen, las históricas luchas y no el fanatismo.

Brindo por nuestro transporte público, por que ya no tengamos tragedias, porque la lucha por el subte sea por los ciudadanos y no por el poder. Por las callecitas de Buenos Aires, por el precio del bondi, por la SUBE, para que baje y por los genitales de la lora de Mauricio, pobrecita. Brindo por la corrupción que supimos conseguir, para que vayan presos los que tienen que ir, para que el acceso a puestos de gobierno sea por convicción, por vocación de servicio, por militancia y no por Cicconear.

Brindo por el deporte, por las olimpíadas, por los records de Messi, por la vuelta de River a la A y por la alegría familiar. Brindo por que los meses recuperen su nombre y su identidad. Porque mayo sea mayo y no M, que podría ser marzo. Por que abril sea abril y no A que podría ser agosto.

Brindo por los que se fueron este año y nos dejaron su recuerdo eterno. Por Robin Gibb, por el flaco, por la Huston, por la Summer, por Adrián Otero y las eternas Raval y Vargas. Brindo por Larry Hagman, por Ray Bradbury y por Neil Amstrong. Brindo por Gogò Andreu, por Ethel Rojo, por Jorge Luz, por Olga Zubarry, por Alicia Zanca y por Leonardo Favio. Brindo por Jorge Rossi y por Caloi. Y brindo por Juan Alberto, porque desde algún lugar, nos sigue haciendo compañía.

Brindo por la familia, por el amor, por los amigos. Brindo por el baño que por fin arreglamos, y por el crédito que lo hizo posible y aún adeudamos. Brindo por el sillón nuevo en el que entramos los cuatro, y por mi trabajo que este año ha sido muy grato. Brindo por mis hijos, por Joakim egresadito, por su espontánea frescura y por los logros de Ezekiel, en especial, por su partitura.

Brindo por mis sobrinos, particularmente por María Luz y sus quince años, por Pedro, por Lucho y por mi princesita Julieta. Un brindis de bienvenida para Brisa y otro para Alejo que se agranda la familia.

Brindo por Mente Literata, que sigue creciendo y por Alma de Loca que va queriendo.

Y ahora sí brindo por el 2013. Porque nos encuentre unidos o por lo menos aunados. Brindo por los proyectos, por los sueños, por las utopías. Brindo por los discursos en cadena, para que sean más cortos o para que no los vea. Brindo por el Rojo, por el promedio, por el Tolo, por el Rolfi, por las copas, por la virgen María, por santa Catalina, por la difunta Correa, por el gauchito gil y por todos los santos que conozcan.

Brindo por Ari, por sus ganas, por sus anhelos, y sobre todo por sus pasiones. Porque va siendo cierto esto del amor eterno, eso de compartir y sobre todo eso de apoyarnos. Brindo por su desenfado, por su franqueza y le doy las gracias por estar a mi lado.

Y brindo por los amigos, por ser, por estar. Por las salidas al teatro, por las cenas, por el vino, por los chats de madrugada.

Brindo por un nuevo año sin leyenda Maya, por un nuevo año con más feriados que fin de semana.

Brindo por la libertad, la de todos y cada uno. Brindo por que seamos diferentes pero unidos, porque pensemos distinto pero en un mismo sentido, porque nuestros hijos un día digan y sientan que para un argentino, no hay nada mejor que otro argentino.

Brindo por mí, por vos, por nosotros. Por los que ya no están pero estarán siempre.

CHIN CHIN.

miércoles, 19 de diciembre de 2012

MOROCHITO EGRESADITO

Para mi hijo menor,
que ya es grande.

La primera vez que fuiste al jardín lo hiciste dentro de mi panza. Fuimos y vinimos juntos desde que eras un porotito hasta que saliste con casi tres kilos y medio. Blanquito, blanquito naciste. Casi transparente. Y sin pelo. Ni cejas tenías. Y ni se te veían las pestañas de tan rubias. “Miren que lindo morochito hicieron”, nos dijo la obstetra. Y así te quedó. Nuestro Morochito. Con mayúsculas.

Y seguimos yendo al jardín a llevar a tu hermano y a pasarlo a buscar. A upa, en el paragüitas y caminando. Fuiste conmigo, con papi y con tía Mary que te mima desde que naciste cuando nos vamos a trabajar. Y te saludaban las seños, y te tenían en brazos y te preguntaban cuándo ibas a ir vos también a jugar. Y ese día llegó antes de lo pensado. No tenías aún dos años cuando decidimos con papi que fueras al jardín. Nos recibió Nancy y nos presentó a Loly, que hizo bollitos todos mis miedos y mis angustias y se fue a la sala con vos en brazos cantando la canción de la papa.

La idea de la jornada simple se transformó en jornada completa con comedor en apenas una semana. No había forma de retirarte a mediodía. Nancy y Loly me hicieron ir a “espiarte” para que viera cómo te divertías en esa sala llena de “Solcitos” y con qué amor la seño Paula te cambiaba los pañales. No hablabas ni una palabra en mayo, ni mamá decías. Con suerte se te escapaba un “mmmaMMM”. Sin embargo, vendiste escobas y escobillones para el día de la Patria. Después de las vacaciones de invierno hasta cantabas. Creaste un hippie divino con pañuelo vincha y enorme símbolo de la paz en el pecho y un hermoso Papá Noel para terminar tu primer medio año de jardín. Abrazaste a Loly y a Paula y parecía que no las ibas a soltar nunca. Y nosotros tampoco.

En 2010 fuiste “Estrellita” y te recibió la seño Agus. Me preguntó cómo eras, y le dije “flower power”. Me miró raro, pero cuando terminó el año me dijo que era la mejor descripción que podían haberle hecho sobre vos, que eras un espíritu libre. La seño Silvi te acompañó y te ayudó a dejar los pañales. Y así, bailaste folklore para el día de la Independencia y Colores para el día del maestro. Y para finalizar el año te tocó ser el musculoso más flaco de toda la historia del circo.

Llegó el 2011 y fuiste “Lunita”. La seño Anto inundó de ternura este año. Entre su dulzura y la tuya tu cuaderno y tu carpeta son un pegote de dulce de leche y chocolate. Junto con la seño Maricel llenaron hojas y hojas de carpeta. Cómo trabajaron ese año!!!!! Fue un enorme salto para vos. Cambiaron tus dibujos y aprendiste a escribir tu nombre. Tomaste confianza para las manualidades y, sin temor a equivocarme, delineaste tu personalidad. Recuerdo haberte dicho que no agarrabas bien el lápiz y me contestaste “la seño Anto tampoco y es seño”. Tomaste amor por los cuentos y fuimos al jardín a leer uno de “La brujita”, tus favoritos. Y tocaste el bombo para el 25 de mayo y bailaste el “La canción del jardinero” para el 9 de julio con un poncho rojo que tuvimos que hacer en casa y cuyo diseño elegiste vos, con esa personalidad única de la que hablo. Qué trabajo me dio ese poncho y qué feliz me puso tu carita cuando lo viste!!!! Aun tengo en la biblioteca el portarretrato que pintaste con tus deditos y la camisa naranja con moño que luciste pintada para bailar Footloose guardada en el placard. Todo el verano cantamos y bailamos Footloose. Y ahora escribo esto, me acuerdo y me ruedan dos lágrimas gordas por las mejillas. Maravilloso acto el de ese año. Parecía que no ibas a poder despegarte de Anto. No existía posibilidad alguna de cambiar de seño.

Pero no se podía evitar el cambio y se vino el 2012. Cuando volví de la reunión de padres te dije que tu seño iba a ser Cintia. No te acordabas mucho de ella pero había sido maestra de tu hermano y él te dijo: “Es la mejor seño que podés tener”. Y fuiste “Arco Iris”, uno hermoso, lleno de colores, de alegría, de brillo, así como sos vos. Asomando siempre después de cada tormenta con la sonrisa y la picardía pintada en la cara. Y este fue el año para poner en la vitrina, para mirarlo cada tanto y reir y llorar de emoción. Compartiste el año también con la seño Paulita y luego con la seño Lau. Un sol de maestra que te llenó de besos, canciones y contención. Y fuiste morochito de verdad el 25 de mayo con una enorme peluca de rulos negros. Y el 9 de julio vi el himno más lindo que vi en mi vida. Y dije bien: VI. Cantaste el himno en lengua de señas y paralizaron el estadio Obras completo. Vestidos con una camiseta en la que pintamos en familia la bandera. Jamás voy a olvidar ese acto.

Y este fue el año de los amigos, de fortalecer lazos, de crecer juntos. De hablarles por teléfono, de llorar por los que se van. Fue el año de sorprendernos aprendiendo a escribir, de mostrarnos lo responsable que sos con tus cosas, y de disfrutar del jardín más allá de los tropiezos y de no poder permanecer en una silla. Hace un par de meses atrás te escuché hablar con tu hermano y le preguntabas por qué te había dicho que Cintia era la mejor seño que podías tener. Y Ezekiel te contestó: “por que con ella aprendí a escribir, porque cuando te reta te dice un chiste, porque es divertida… No sé, Joako… porque la quiero mucho, porque es la mejor”. Y se quedaron callados. Al rato te dice: “Por qué me preguntaste eso de Cintia?”. Y le dijiste con tu vocecita: “Porque tenías razón”. Sin palabras.

Y ahora estás ahí, paradito, con tu gorro de egresado y no puedo creer el tiempo que pasó. En este mismo instante te veo en brazos de Loly saludando con la manito para que te dejara y me fuera tranquila. Nancy me saca del recuerdo cuando dice tu nombre en el micrófono. A mi se me estruja el alma y ahí vas vos a abrazar a tu seño Cintia, y es un abrazo infinito que ella te devuelve. Y sos uno más en la fila de niños que reciben su medalla, pero para mí sos el único. Se me caen las lágrimas y te veo borroso y llena de orgullo. Ahí está mi Morochito bello, radiante, con dolor de panza pero feliz. Y para finalizar, una última canción. “Aprender a volar”, en lengua de señas. No puedo dejar de llorar.

Qué más puedo decirte de este año? Que se termina. Y que con él termina una etapa maravillosa, la del jardín. Y que tuviste la suerte de tener a las mejores seños. Y a los mejores amigos. Seguramente alguno, te acompañará por la vida. Seguramente alguno crecerá a tu lado. Seguramente alguno podrá vivir junto a vos esos sueños que forjaron durante estos años. Aprendiste a volar. Felicitaciones, Joakim. Sos mi Morochito egresadito. Perdón, mi Morocho egresadito.

martes, 4 de diciembre de 2012

NO SUPE



Para mi sobrina mayor,
la primera de mis princesas.



Te conocí un diciembre, como este, pero 15 años atrás. Hacía calor, como hoy y venías en pañales a upa de tu mamá. No supe en ese momento, que ese bebé que no tenía aún un mes de vida, iba a ser mi sobrina por siempre apenas unos días después.

Tenías la piel rosada y suave y un halo de ternura infinita en la expresión. Lo recuerdo como si hubiera sido ayer. Te tuve en brazos casi desde el vamos. Fuiste mi primer bebé, mis primeros pañales, mi primera mamadera, mis primeras canciones infantiles y mis primeros relatos.

Tuve el privilegio de ver cómo crecían tus hermosos rulos, cómo te salían los dientes y cómo los perdías. Para vos inventé el sillón de los cuentos, ese que luego usaron todos los niños de la familia. En ese sillón humano, entre mis piernas, he narrado más de cien veces la historia de las princesas bailarinas que arruinaban sus zapatos… “ota ves, tía… ota ves”.

Me hiciste dibujar y jugar a las muñecas, ver en la tele las mellizas que eran tres y recorrer doscientas jugueterías para conseguir el vestido violeta para la Barbie.

Recibí de tus manos la alianza de casamiento. Fuimos al cine, al teatro y a comer un helado. Elegimos los vestidos para tus cumpleaños y la lámpara para el cuarto.

Aprendiste a hablar, a dibujar, a leer, a contar. Descubriste a Papá Noel, a los Reyes y al ratón. Creciste y tuve la suerte de estar ahí. Hablamos por teléfono, miramos tus cuadernos, nos prestamos algún libro y jugamos al diez mil.

Año tras año cociné tus roscas de Pascuas y compré huevitos aunque no los comieras. Aún están en mi heladera todos los imanes que me hiciste y tengo una carpeta con decenas de “cuadritos” que me dibujaste y cajitas de madera que me pintaste.

No supe hace 15 años que tendría una sobrina para toda la vida. Lo supe unos días después. Y supe también que te iba a querer todo lo que te quiero, que te iba a acompañar con el corazón por el resto de mis días y, lo más importante, supe que día a día iba a volver a elegir ser tu tía.

Hoy te veo enorme, hermosa, dulce como siempre, segura de lo que te gusta, con la firmeza de una personalidad única que admiro y no puedo más que agradecer a la vida por haberme dado la posibilidad de compartir estos años, por haberme regalado un vínculo que no me dio la sangre sino el amor.

Esta es la edad de los sueños, la de las ilusiones, la de los delirios de futuro. Es la edad de proyectar, de comenzar a delinear un estilo, de elegir, de disfrutar. Es el tiempo para no pedir permiso, para dejar de hacer para empezar a SER. Es el momento de iniciar un camino sinuoso lleno de sorpresas, es la hora de los desafíos, de creerse único, poderoso y audaz. Es el momento de golpearse, caerse y volverse a levantar.

Y para todo eso, voy a estar ahí, para acompañarte, para que me cuentes cómo vas, para que me pidas la ayuda que puedas necesitar, para seguir cocinando la rosca, eligiendo vestidos y leyéndote un cuento cada vez que no te puedas dormir.

No supe en el momento en que te conocí lo que hoy sí sé: que estoy orgullosa de ser tu tía, que estoy feliz de verte crecer y que te quiero con toda mi alma, María Luz. Feliz cumpleaños. Felices 15 años, princesa.


miércoles, 24 de octubre de 2012

RISOTTO DE LLEGAR TARDE

No importa el motivo. Todos alguna vez hemos llegado tarde a casa, los hijos nos han mirado regalones y esos ojitos nos han preguntado qué paso. Luego del abrazo, vendrá la pregunta de rigor: Qué comemos?

Ingredientes

- Champignones frescos
- 2 Cebollas pequeñas
- 1 litro de caldo casero que nunca debe faltar en el freezer
- 1 naranja
- 4 pocillos de Arroz blanco
- Perejil fresco c/n
- Queso rallado c/n
- Manteca c/n
- 2 kilos de ánimo
- Amor a gusto

Preparación

Dejar el cansancio en remojo. Si es posible, lejos de la cocina para no tentarse. Ponerse el delantal. Eso siempre ayuda a ponerse en situación. Descongelar el caldo y, mientras tanto, pelar y picar las cebollas. Está permitido llorar. Si alguien piensa que estamos verdaderamente agotadas podremos disimular responsabilizando a las cebollas. También filetear los champignones.

Servir de a poco los dos kilos de ánimo, en copa mejor, y sorberlos lentamente mientras cocinamos. En una cacerola ancha y baja derretir manteca y cocinar las cebollas hasta que estén transparentes. Prestar atención al sonido de la cocción. Concentrarse en él, relaja. Es casi una experienci zen. Mientras esperamos, es una buena práctica agacharse y abrazar a los niños que no pararán de revolotear a nuestro alrededor. Un par serán suficientes y se irán a jugar justo a tiempo para que agreguemos los champignones.

Tener preparado el arroz, los hongos rápidamente se ponen blanditos y cambian de color. En ese preciso momento incorporar los blancos granitos a la preparación. Revolver. Agregar caldo hasta cubrir y, a medida que el arroz lo vaya absorbiendo, echar más revolviendo cada vez en forma envolvente.

El arroz estará listo en unos 15 minutos. Debe quedar cremoso. Añadir el jugo de la naranja, remover y apagar el fuego.

Sobre la superficie colocar pedacitos de manteca y espolvorear con queso rallado. Tapar la cacerola y esperar 5 minutos. Avisar a la familia que se vayan lavando las manos.

Al destapar, revolver enérgicamente. Servir y espolvorear con perejil picado y amor a gusto. Sacarse el delantal. Eso siempre ayuda a ponerse en situación.

Es muy importante avisar a los hijos que está caliente. Mientras esperan podrán sentir el perfume de la naranja y recordar esta comida para pedirla cada vez que lleguemos tarde a casa.

 

sábado, 18 de agosto de 2012

AMARGO

Llueve. Hace días que llueve. Para mí, meses. Recorro la casa con la mirada y no encuentro vestigios del futuro. Mi agenda sólo tiene hojas en blanco, el teléfono no suena, tras la puerta no hay diarios ni de ayer y en el buzón sólo hay cuentas por pagar.

Revuelvo el café que ya debe estar frío por quinta vez. No me acuerdo si le puse azúcar. Me duele la mano por sostener la cabeza. Me duelen los labios por morder tanto vacío.

Las ventanas están mojadas, empapadas. Las macetas, inundadas. Y mis sueños anegados. Busco en vano un ancla que evite este naufragio, una evocación de mis fantasías que me amarren a la vida. Escudriño hasta en el último de mis recovecos y nada hay, nadie me reclama.

Mil preguntas me recorren y las respuestas zozobran ante un huracán de dudas. Mil preguntas me azotan y las palabras se hunden en mi llanto. Semblanza amarga la de esta madrugada. Ni vocales tengo para un panegírico.

Algún trueno perdido me rescata y como manotazo de ahogado desentierro mis proyectos para verlos sumergirse una vez más. Resucito un par de planes y los vuelvo a empujar hacia la oscura profundidad de la utopía.

El cielo está rojo, irritado. No distingo nubes. No distingo formas. Una masa escarlata se desangra imperturbable sobre la ciudad, perseverante, estoica. Y yo sigo sentada, con la mano sosteniendo la cabeza, mordiendo el vacío que hay en mi ser, con los ojos rúbeos. Y lloro. Hace días que lloro. Meses.

Revuelvo el café, por sexta vez. No le puse azúcar. Lo sé.